Tengo cinco años. La abuela Francis sostiene mi mano. Me lleva al colegio y no hablamos, me besa en la puerta. Entro. Sé que ella estará afuera por si siento ganas de llorar. Lloro. Ella lo sabe. Nos vamos a casa.
Despierto de la siesta. La puerta, es Cayetano. Reviso los bolsillos de su saco y encuentro chocolates, siempre tiene chocolates en los bolsillos del saco.
Mamá regresa del trabajo. Me extraña. Pongo un disco y bailo. Anochece y sé, papá llegará. Cenaremos juntos. La mesa es larga.
No muere solo la gente. Mueren sabores. Mueren. Olores. Tibieza. Muero de a poco.
Necesito. Esa nena. Ella tiene algo que no encuentro. La bailarina de las botas de lluvia. La del pelo suelto.
Fotografía: Vladimir Clavijo (Telepnev)
Corina......hay veces que los olores y los sabores vuelven impensadamente. Solo hay que tener los sentidos bien puestos para disfrutarlos nostálgicamente.
ResponderEliminarTodos los que fuimos están llorando por los rincones.
ResponderEliminarBesos.
"Sólo queda el olor de los muertos, y se esfuma..."
ResponderEliminarUn abrazo.
Cualquier comprensión se remite a un pasado, pero sentir, hace todavía más presente a esa nena de pelo re-vuelto.
ResponderEliminarsaludos
Todos guardamos nuestro niño interior, sólo tenemos que saber buscarlo... Como todo niño, le gustan las escondidas, pero no olvides que está jugando :)
ResponderEliminarHermoso fragmento, me encantó!
la verdad
ResponderEliminarcorinita
la foto perfecta
el texto justo
usted me puede
me eriza
me derrumba
me acontece
Es precioso
ResponderEliminarCorina:
ResponderEliminarHas escrito una bellísima evocación de los tiempos felices.
Por esas cosas de los almanaques, esos instantes se alejan cada vez más, aunque en nuestra mente siempre se mantendrán frescos.
Un gran abrazo.