11.1.19

El vuelo

El malestar en las fiestas. Que contradictorio. Cambian las fiestas. Sufren sus metamorfosis.
Hay dos caminos:
discutir
volar

Olor a Coca Cola.

Alguien desenrosca una tapa y pss, el olor alcanza las narices de la mesa.
Mi nariz.

Olor a Coca Cola.

Muchas veces lo sentí pero esta vez no sé con qué hilos la historia se enredó en el camino y me arrastró hasta la casa de Tropezón. Euforia mundialista del 78. Mis ojos apenas llegan a la mesa. Flashes discontinuos en mi memoria.

Llega el tío Antonio. Trae Coca Cola.

De vidrio. En esa época eran de vidrio y con cintura de avispa. La tapa era una chapita ajustada al pico, y no existía todavía ningún sistema de rosca desenrosca. El pss se lograba con un destapador metálico y fuerza.

Papá engancho el destapador en el borde de voladitos puntudos de la tapa. Listo. Olor a Coca Cola

Sigo la escena parada cerca de la botella, desde un ángulo mucho más bajo que la línea promedio de las otras miradas

Se dobló un poco la chapita, y no importa porque acá está, en mis manos, lo que yo estaba esperando: la figurita.

Venía adentro, en el interior de la chapita, era una gomita redonda que cubría el reverso.

La acerco a mis ojos.
Olor a Coca Cola
Le clavo la uña, intento arrancarla. Hay que despegarla con cuidado porque a veces está muy agarrada y se rompe. Mamá me ayuda.

Me salió la imagen del Gauchito Mundialito, mascota oficial del Mundial. No recuerdo ninguna otra. Solo esa. Quizás porque era la más simbólica. Esa. La que vino con mi tío Antonio, a mi casa de Tropezón, donde la euforia de un mundial de terror unía a mi familia frente a la tele. Y separaba a otras. Hoy lo sé. Ella no lo sabía

10.1.19

Inutil

Teniamos todo el amor
que la ceremonia
del arroz y las lagrimas requiere
Teniamos todo el amor
y la jaula mas acogedora
del lecho mullido
a la cocina verde
Teniamos todo el amor
y una mesa infinita
con una sola taza de té
una sola
labrada
una sola
perfecta
una sola
porcelana
y vacía
esperaba por mí
cada día
Tenia todo el amor
para intentar el reto
herví mis sueños
molí mis espectativas
machaqué mi independencia
serví
su taza
pero nunca conseguí
el brillo justo del cobre en las aguas
nunca logré
la temperatura justa
la tibieza perfecta a sus labios
nunca rompí
la taza
pero nunca la hice feliz.


8.1.19

**

Alzar un canto para nadie
y encontrar
el tono dulce
en el vacio diurno de la  casa
el escalón de voz
una oracion
para mi misma
donde rogar a un dios perdón
por no haber pecado más
por no haber reído los infiernos
por lamentar el único momento
en que transgredí la ley
de todas las jaulas