Todos los martes la cadencia
de la palabra símbolo se enreda
en mis relojes. La lengua
recorre, hundida, el camino recto de la conducta.
Todos los martes llueve, y cada gota
es un signo que florece en su boca, un espejo
sagrado de su cuerpo arrojado del cielo
a la bahía
y sumergido ahí, me mira y la sangre
se despereza en mis venas, aúlla
frenética y sus ojos se clavan
en el corazón de mi vergüenza, asesinándola.
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Fotografia: Francesca Woodman |
P.D.
Quizás tengas razón, la poesía
es un símbolo que oculta un nombre propio
O quizás no, y es un ser
en constante búsqueda de un cuerpo que poseer
para gritar sus razones